SÉNECA DIGITAL

Revista digital del IES Séneca


abril de 2008

número 1
ISSN: 1988-9607
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Impresiones de un viaje

SINTIENDO LONDRES

Ana Castro Valero
Alumna de 2º Bachillerato

Siempre supe que Inglaterra era "mi país" y Londres, "mi ciudad", independientemente de lo que indique mi pasaporte; ahora puedo afirmarlo.

La oportunidad vino de la mano del programa “Idiomas y Juventud” de la Junta de Andalucía, que me obsequió con una beca para una estancia en el extranjero de dos semanas en una remota localidad cercana a Londres llamada Runnymede, donde contar los conejos que correteaban por las instalaciones resultaba todo un reto.

La larga espera en el aeropuerto se tornó una oportunidad perfecta para irse ganando un rinconcito en el corazón de los cuarenta y ocho jóvenes restantes que, junto a mí, iniciaban esta aventura. El pretexto era mejorar nuestro inglés a través de clases con profesores nativos y la práctica “in situ”, a lo cual se unieron los estudiantes de otras nacionalidades: taiwaneses e italianos.

Diversas actividades lúdicas al aire libre y excursiones complementaban el programa, todo ello supervisado por tres monitores entusiastas, uno de ellos profesor de inglés, que nos acompañaron durante toda la estancia.

No obstante, la experiencia fue algo más que visitar el castillo de Windsor, fotografiarse junto a una de las típicas cabinas de teléfonos rojas, dar un paseo en barco por el Támesis hasta toparse de frente con el Big-Ben, adentrarse en la historia de las civilizaciones en el Museo Británico, descubrir las últimas tendencias artísticas en la Tate Modern Gallery y tomarse un delicioso café contemplando las vistas de la ciudad desde su acogedora cafetería, pasear por Camden Town, comprarse la típica camiseta con la inscripción de “I love London” en ella, disfrutar de la brisa marina en Brighton…

Se trató de habituarse a comer patatas en todas las comidas de numerosas formas, de convivir con la suave lluvia inglesa, de llevar una sudadera siempre a mano, aún en el mes de agosto, de echar de menos las persianas al despertarse a las seis de la mañana con la luz del amanecer, de desenvolverse con un idioma que no es el propio, de querer fotografiar hasta el más remoto rincón por conservar todo en la mente…

Cultivando la amistad a cada segundo no daba tiempo de echar de menos estar en casa, a excepción de la comida de mamá. Así, aprendimos que doce personas pueden dormir juntas en una habitación de pocos metros cuadrados y que disfrazar a un taiwanés de “gitana” es todo un poema de lo absurdo.

Sin embargo, Inglaterra, Londres en especial, tenían algo más para mí que no llegué a descubrir del todo. Acababa de acostumbrarme a pagar en libras, de adecuarme a un extraño sistema de monedas en las que las de mayor valor son las de menor tamaño y los billetes parecían sacados del Monopoly, y a toparme con un grupo de scouts en cada esquina cuando llegó el momento de hacer las maletas de nuevo… y aún no me había tomado suficientes cafés para llevar de esos que salen en las películas.


Sólo podía pensar en la de rincones que me quedaban por visitar, en perderme por el Soho, acercarme a Chinatown, tumbarme en Hyde Park a leer al sol…

Puede que antes de lo que imagino esté cogiendo de nuevo un avión. “La mejor manera de viajar es sentir”, dice Pessoa, y yo he derramado emociones por cada poro de mi piel en esas dos semanas.


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