EDITORIAL

El esfuerzo y el entusiasmo tienen escaso prestigio en este tiempo de crisis, descreimientos y cinismos públicos. Las convicciones profesionales, como los estudios que nacen de un afán vocacional, están de capa caída. Se trabaja -quien puede- porque no hay otra, y solo se estudia aquello que ofrece mejores salidas. El espacio personal de las certezas y el fervor se extingue consumido por la urgencia de lo útil y la precariedad del mercado. En cambio, peleando a la contra de estas pesadillas de la modernidad, aquí llega el nº 2 de Séneca Digital, otra pequeña victoria contra las inercias y la claudicación.

No hay sitio -se dice- para aquel trabajo gustoso del que hablaba Juan Ramón Jiménez. Por eso sorprende, con perspectiva de tres años, la travesía de esta sencilla revista del IES Séneca, un proyecto hecho de copiosas dosis de esfuerzo y entusiasmo, un proyecto que ha convocado desde el comienzo la labor convencida, consciente y libre de un sinfín de colaboradores. En esta misma entrega hay decenas de alumnos y alumnas, ligados a numerosos profesores (algunos de ellos dulcemente jubilados), que han puesto su inestimable grano de arena para que la revista vea la luz: un paisaje frondoso en el que solo echamos de menos la participación de los padres y madres, y a los que desde aquí lanzamos una llamada de atención y apoyo para que intervengan con cuanto material consideren merece la pena ser publicado en las páginas luminosas de Séneca Digital.

No es cierto, pues, que nadie se interese por nada. La revista, desde el nº 1, ha recibido la dedicación y el trabajo desinteresado, generoso y, con frecuencia, titánico, de un grupo de alumnas que ya son parte del vigoroso corazón de Séneca Digital. Para Ana Castro Valero, Lucía López Zurita, Irene Sánchez Ceballos, Lisset Kimberly Boza Buenaño, Nieves Marín Cobos, Ángeles García Torronteras y Andressa Solís Bandeira , vaya desde aquí nuestro más profundo agradecimiento porque acaso han entendido antes que nadie que la revista se hizo pensando en ellas, en las mil y pico almas que, como ellas, se alojan y conviven en la respiración unánime del Instituto Séneca.