SÉNECA DIGITAL

Revista digital del IES Séneca


mayo de 2010

número 3
ISSN: 1988-9607
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INSTRUCCIONES PARA MATAR HORMIGAS EN PARÍS

Nieves Marín Cobos
Alumna de 2º de Bachillerato

[(En clase de sociología, se nos propuso hacer un trabajo en el que viajásemos a otra cultura, incluso, a otra época. En este caso, el destino elegido fue el París de Mayo del 68)]

Seguramente habrá días en que llegues del trabajo con ganas de matar hormigas. Pero en tu casa ya no quedan. Tu casa ahora está limpia. Sólo algo de polvo entre los libros de Cortázar. Pero limpia de hormigas.

Este inconveniente no disminuirá tus ansias de matar hormigas con la sangre fría de la puntera de tu zapato de piel. Como cuando eras niño y hacías fumar a los murciélagos o le cortabas la cola a las lagartijas. No. No se calmarán. De hecho, y nunca mejor dicho, te subirán en un incesante hormigueo por las piernas, que te hará moverte frenéticamente de habitación en habitación, de mesa a mesa, del sofá al sillón, de estantería en estantería.

Es entonces, cuando estés poseído por esos irrefrenables deseos de matar hormigas, de asesinar hormigas, cuando debes concentrar toda la sangre en tu cerebro, hacerla viajar desde tus piernas inquietas al estómago hundido, de ahí al pecho asfixiado, de ahí a la boca sesgada y los ojos nublados, y de ahí al cerebro.

De otro modo serás incapaz de reparar en tus viejos vinilos. Concretamente en ese de Françoise Hardy, a la que nunca supiste cómo decir adiós, a pesar de las esquinas cuarteadas; o quizás por su pelo y sus ojos color ceniza amarilla, ceniza del canuto que te fumabas con tus 19 años en el patio trasero de cualquier verano; o quizás por sus labios suaves, contestarios, por sus labios de París.

Quédate con ese vinilo, cógelo con cuidado, abrázalo, mientras te lo llevas al sofá, y te tumbas con él, entre tus brazos, como si fuera la cintura de esa francesa que nunca besaste. Cierra entonces los ojos, respira fuerte, tranquilo, porque ya te has dado cuenta de cuál es el mejor lugar para matar hormigas, de cuál ha sido y será siempre para ti el mejor y único lugar posible para matar hormigas. Porque, aunque no pudiste estar allí, estuviste, lo viviste, de la cintura de Françoise Hardy.


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