SÉNECA DIGITAL

Revista digital del IES Séneca


mayo de 2010

número 3
ISSN: 1988-9607
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SUEÑO DE UNA MIRADA

Reyes Barral Gil
Alumna de 2º ESO D

Mucha gente ha afirmado que la mirada de cada persona la caracteriza de forma única. Escritores y poetas han dado mayor importancia a los ojos que a cualquier otra parte del cuerpo. Se dice que una mirada puede decirlo todo. ¿Y por qué? ¿Por su belleza? ¿Por su intensidad? ¿Por sus colores? La mayoría de la gente lo piensa. Pero yo no. No, yo creo que lo que nos ha llevado a fijarnos en esas extrañas esferas es nuestro subconsciente. Una intuición que nos lleva a pensar en los ojos como un medio de comunicación de sentimientos. Y lo demostraré con un cuento.

Como siempre, a temprana hora, se acostaba la pequeña Iris. Era una niña de corta edad, soñadora, curiosa y muy linda. Unos inteligentes ojos verdes muy intensos destacaban entre su suave pelo castaño.

— ¡Iris! ¿Ya estás en la cama?— dijó su madre desde la cocina.

— ¡Sí!— contestó ella con una voz melodiosa.

—Qué rápida— se oyó más cerca la voz de María (la madre de la pequeña), a la vez que aparecía el cuerpo de una mujer menuda de mediana edad con el pelo pelirrojo recogido en una coleta alta que caía lacia por su espalda — Cada día más.

Iris rió con aquella risilla infantil que tanto la caracterizaba y se tapó la cara dando a entender que no pretendía estar despierta por más tiempo. María se acercó con dulzura y le dio un beso en la mejilla a su hija. Ella le respondió con una débil pero cariñosa vocecilla:

—Buenas noches, mami.

Una vez que su madre cerró la puerta, Iris cayó en un profundo sueño. En ese instante en el que abandonó la consciencia, se comenzaron a mover los ojos debajo de los párpados caídos de la chica. De repente, se abrieron los ojos de la pequeña y se miraron. Cualquiera hubiera reído al ver el gesto bizco de la niña.

— ¡Por fin! Estaba deseando hablar contigo.

— ¿Tú también te has dado cuenta?— respondió el ojo izquierdo al derecho. Se referían a que a través de la complicada red de miradas habían recibido la noticia de que debían de mostrar la realidad a Iris. La conocían bien, ya que ellos, como todos los ojos eran su fuente de imaginación. Cada noche, ellos inventaban paisajes de caramelo e historias infantiles en las que Iris era la protagonista. Por aquellos maravillosos sueños era por lo que ella se acostaba temprano, porque aquella era su diversión. Se pasaba la noche volando entre nubes de algodón, paseando en una barca a través de la luna o cabalgando a lomos de criaturas rodeada de enormes flores.

— La pequeña Iris… Lo entenderá, sabrá que no es un sueño entre otros mil.

— ¿Vamos allá?— y allá fueron.

Iris se encontró algo incómoda, pero dada la gran cantidad de sueños que había tenido, pronto se acostumbró. Cuando se dio cuenta de que era un ojo verde intenso y comprendió que ese era su ojo, “sonrió”. Y fue entonces cuando comenzó a ver todos sus sueños a gran velocidad, pasando en un torrente sin fin. Recordó, sorprendida, que ya una vez había sido parte de su mirada: en su primer sueño. Y se sintió parte de cada mirada del planeta. Veía tantas cosas... Descubrió al ser humano estudiando la vista, y se dio cuenta con gran madurez e inteligencia que el hombre estudiaba el ojo con los ojos. Todos los descubrimientos de este sentido eran engaños creados de imaginación que hacían creer a las personas que habia retinas, pupilas... Pero todo era más complicado, más complejo: los ojos creaban lo que querían.

Despertó bruscamente: el sueño había terminado, y con él la madurez y el gran saber. Pero solo le importaba una cosa, y era que poseía la imaginación para seguir sus sueños y fantasías.

Iris ya es mayor, pero todas las mañanas, desde aquel día, mira fijamente esa intensa mirada colmada de magia, una magia que tenemos todos, aunque solo algunos la descubren: la imaginación. Porque, al fin y al cabo, por lo que más luchamos es por los sueños, ¿no?


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