SÉNECA DIGITAL

Revista digital del IES Séneca


mayo de 2010

número 3
ISSN: 1988-9607
·
Versión para imprimir de este documento Versión imprimir

Y SI NOS PARÁSEMOS A PENSAR...

María Barral Gil
Alumna de 2º ESO D

Seguro que todos alguna vez nos hemos parado a pensar sobre cualquier cosa: errores, aciertos, algo importante, estupideces, etcétera porque nosotros queríamos o lo creíamos oportuno. Esto es bueno. Bueno e importante, pero hoy me gustaría proponer una nueva forma de pensar.

¿Y si nos paráramos a pensar... sobre algo que nos hayan dicho? Muchas veces nos hablan de nuestros defectos y ni nos damos cuenta. ¿Acaso somos tan orgulloso? Sí. Hay veces que estamos tan ciegos en ese sentido que no nos queremos dar cuenta de nuestros errores. Puede que nos hablen sobre un defecto y en vez de pararnos a reflexionar directamente no hacemos caso o pensamos cosas como: "¿Y éste para que viene aquí a decirme ésto?", "¿Se ha visto a él mismo?", "Habrá que ver lo criticón que es éste", etc.

¿Pero alguien se ha parado a pensar? ¿Alguien se ha parado y se ha puesto en el lugar de otras personas? Muy poca gente. ¿Y por qué? ¿No nos queremos percatar de nuestros propios fallos, de nuestras imperfecciones? ¿Acaso tenemos miedo de vernos tal y como somos? ¿Nos asustamos con nuestras faltas? ¿Tanto cuesta? ¿No irían mejor las cosas si, por un momento insignificante pero clave en nuestra vida, nos parásemos a pensar?

Muchas veces no somos capaces de decir: "Mira, me está hablando de mis cosas malas, ¿y si le escucho?" No lo hacemos. ¿No nos damos cuenta de que el verdadero defecto no es el hecho de ser de una forma, sino el no cambiar y ponerle remedio? No, no queremos ver eso. Pero si lo hiciéramos, si fuéramos capaces de enfrentarnos a nuestras propias incorrecciones, todos seríamos mucho más felices.

Para entenderlo mejor propondré un ejemplo, dos casos de una misma chica:

En el primer suceso una chica está charlando alegremente y riendo con un amigo, hasta que éste por alguna causa le dice a ella: "Uy, qué negativa eres, ¿no?". En ese momento a ella se le cambia la cara, y piensa: "¿Quién le habrá mandado a éste llamar a la gente negativa?", pero en vez de decir eso contraataca diciendo: "Y tú demasiado optimista, ¿no? Yo no soy negativa". Y sigue hablando de otra cosa. Eso no se puede hacer. Ella no puede responder así, no puede responder con un defecto de él sin ni siquiera parase a reflexionar sobre el suyo.

En el otro caso, el segundo, ocurre al principio lo mismo: por alguna razón sale el comentario, pero esta vez la chica no lo ignora. No, al principio le duele, pero luego se para a pensar. Es difícil, y primeramente no logra aceptarlo, aunque después sí lo hace. Todo el día se pasa dándole vueltas, pensando cosas como: "Yo, que me creía tan buena, tan divina, tan perfecta, tan... y ahora me veo así, como una pesimista, una negativa, una amargada...". Y llega un momento en el que se plantea una cuestión corta, pero que puede cambiar muchas cosas: "¿Acaso es esto lo que va a hacer la vida de mí?". Y es entonces cuando se da cuanta de que no, de que no quiere ser así, de que él tiene razón; y piensa que si es eso lo que el mundo quiere hacer de ella no lo va a conseguir, que ella puede más, que ella sabe mirar sus errores y va a rectificar.

La primera niña puede que nunca solucione sus problemas, y toda su vida pasará autoamargándose y sin poder ver nada de lo que tiene. En cambio, la segunda será feliz. Ella ha sabido y ha aceptado verse realmente como le veía el chico, ella sabrá lo que es disfrutar, le dará las gracias a él por ayudarle, ella sabrá valorar lo bueno y ver todo lo que posea. También hay otra gran diferencia: la segunda sí que podrá decirle al chico un defecto. Ella sí que podrá, y si lo hace se volverá con la cabeza bien alta porque estará haciéndole pensar, como hizo él con ella. Puede hacerlo y será como si le diera las gracias. Ella sí está en su derecho y sería justo que lo hiciera, si quisiera.

Y hay otra diferencia más, una cosa más que las distingue: la primera pasó del chico, y le da igual, no vio lo que intentó hacer por ella. La segunda no pasará de él. La segunda le querrá dar las gracias a aquel que un día se acercó y le habló de su error, aquel chico que sin darse cuenta le había enseñado una lección más en su vida, aquel , ese buen amigo al que estará eternamente agradecida.

Éste artículo va dirigido sobre todo a mis padres, hermanos, abuelos, y toda la familia; a mis profesores, a mis amigos... En definitiva a todos aquellos que me han enseñado a ver el mundo de otra forma, los que me han ayudado a mirar la vida por el lado bueno, a rectificar, a aprender a valorar las cosas agradables...; y de forma muy especial a aquellos que me habéis hecho ver que la vida no se puede vivir siendo negativa, ayudándome así a descubrir el tesoro mejor guardado de la felicidad.


Arriba
ISSN: 1988-9607 | Redacción | www.iesseneca.net