SÉNECA DIGITAL

Revista digital del IES Séneca


mayo de 2010

número 3
ISSN: 1988-9607
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LA DESPEDIDA

María Barral Gil
Alumna de 2º ESO D

’’Plon’’, cierra la puerta. Yo me levanto de mi lugar de copiloto y hago lo mismo, saliendo del coche. Rodeo el vehículo, y no soporto andar más tiempo separada de él. Le cojo de la cintura, y él me imita. No decimos nada, las palabras sobran en ese momento. Entramos a la estación, y cuando la megafonía anuncia la llegada de su tren empiezo a temblar. Entonces siento la necesidad de romper el silencio.

— Te quiero -le digo.

— Y yo -me susurra mientras clava sus ojos en los míos, haciendo que mi corazón acelere aún más su repiqueteo contra mi pecho. Un torrente de momentos vividos junto a él pasan por mi memoria en un segundo, y me arrepiento de no haber dado antes el paso. Siento que el tiempo junto a él ha pasado demasiado rápido, y no puedo evitar dejar escapar un suspiro. Le bajo la mirada, y él, suavemente, me coge de la barbilla para que le mire. No hablamos, pero entendemos perfectamente lo que queremos decirnos. Y entonces me besa. Cierro los ojos. Siento sus labios apretados contra los míos, nos contamos sin hablar lo mucho que nos queremos, y no puedo aguantar más. Una lágrima cae por mi mejilla. La maldita megafonía vuelve a anunciar la pronta partida de su tren, y entonces se separa. Me mira con los ojos llenos de tristeza, saca un pañulo y me limpia la única lágrima que mis ojos han sido capaces de producir. Cojo ese pañuelo y le vuelvo a abrazar, lo necesito. Nos separamos, y dice la odiosa palabra que me hace sentir un lacerante dolor:

— Adiós, te amo.

Dejo escapar un ’’’y yo’’ que apenas se escucha a causa de ese nudo que me presiona la garganta, y entonces se va. Le veo subirse al tren, y cómo parte, cómo se aleja de mí. Siento desesperación sin sus brazos, sin su mirada. No estoy preparada, todo ha sido demasiado precipitado. Dicen que el tiempo cura las heridas. Sé que puede que lo haga, pero la cicatriza siempre permanecerá ahí. Porque él ha dejado huella en mi corazón, una huella demasiado grande. Aprieto fuertemente el pañuelo, que todavía sigue en mi mano. Fuera comienza a llover, pero me da igual, salgo y me mojo sin ni siquiera notarlo. Las nubes hoy lloran junto a mí, como si se hubieran enterado de la triste noticia que había asolado mi corazón.


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