SÉNECA DIGITAL

Revista digital del IES Séneca


mayo de 2010

número 3
ISSN: 1988-9607
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EL CAUTIVO DE LA CATEDRAL

Para redactar esta leyenda me he basado en el texto que viene escrito en el libro "Historias y leyendas de Córdoba".

María Barral Gil
Alumna de 2º ESO D

En nuestra Catedral hay, entre la capilla del Rosario y de la Epifanía , una columna de mármol negro que formaba parte de la antigua mezquita. A mitad del soporte se puede ver una cruz grabada. Justo ahí alguien, según dice la leyenda, puso un bajorelieve en mármol de un cautivo de rodillas con los pies encadenados y un cordón anudado sobre la blusa, con actitud suplicante. Y encima de la reja que protege a esta cruz está escrita esta leyenda: "Este es el Santo Cristo que hizo el cautivo con la uña".

Dice la leyenda que en el siglo XVIII que se puso esta baranda para defenderla y preservarla,y también se situó al lado una lámpara de aceite que ardía siempre. Y por ello es por lo que cuentan que fue un santo cristiano quien, con la uña, realizó el grabado mientras estaba encadenado esperando al martirio y que fue la fortaleza de su fe la que hizo que el material cediera. El nombre de este santo no se conoce, pero cuando murió, las leyendas forjaron unos versos que hoy día permanecen junto al grabado:

"El cautivo con gran fe
en aqueste duro mármol,
con la uña señaló
a Cristo crucificado,
siendo esta Iglesia mezquita
donde lo martirizaron"

Esta es la primera versión de la leyenda, no obstante hay otra que ceunta lo siguiente:

Ocurrió en tiempos de moros en Córdoba. Vivía por entonces un cristiano llamado Fernán Díaz que se enamoró locamente de Jarifa, una hemosísima joven. Pasado un tiempo él le pidió matrimonio, pero antes le hizo prometer que se convertiría al Cristianismo.

Pero el hermano de Jarifa se enteró, y cegado por la rabia la noche en que la mujer se iba a bautizar mandó que la mataran, y así se hizo. Arrojaron el cuerpo inerte de la joven, a pesar de todo ya tornada cristiana, a la torre de la Vela, que daba al río. Cuentan que el cadáver se alejó, arratrada por la corriente, brillando, iluminada, "como un barquito de vela cargado de estrellas".

El hermano de Jaifa descargó la ira que había estado conteniendo hacia Fernán, y lo mandó apalear, abrirle las uñas, y atarlo, cargado de cadenas, a la columna que estuviera más cerca del patio.

Entonces Fernán, con su inquebrantable fe, arrancó un pedazo de hierro de los grillos que le apretaban y con este hierro realizó una figura del Crucificado, para poder rezarle y encomendarse a Dios. Pero cuando los moros vieron lo que había hecho, lo martirizaron de un sinfín de formas y el pobre cristiano acabó colgado de un arco con una soga.

Dice la leyenda que arrojaron al fallecido por el mismo lugar que a su esposa y que el cuerpo Fernán, en el que había perdurado el amor, corría ansioso para alcanzar a su esposa, y alcanzar así, juntos, la puerta del Paraíso.


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