SÉNECA DIGITAL

Revista digital del IES Séneca


mayo de 2010

número 3
ISSN: 1988-9607
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FILÍPIDES Y (EL) MARATÓN: 2500 AÑOS

José Manuel Hidalgo Berni
Profesor de Griego

Tras un breve descanso, ponen rumbo hacia su siguiente objetivo, Atenas. La euforia y la autoestima persa eran muy superiores, pues pensaban que la victoria sobre los atenienses sería tan fácil como sobre los eretrios. De manera que varan su flota en el golfo de Maratón y levantan el campamento en una llanura a unos 42 km. al NE de Atenas. Casualmente quien dirigía la flota no era un persa, sino un medo, Datis, que significa “emprendedor” y un sobrino del Gran Rey, Artáfranes, “el glorioso”. La elección de la zona de combate fue decisión de Hipias, hijo de Pisistrato, antiguo tirano de Atenas, pues consideraba que el lugar era propicio para el desembarco de la caballería con la que se impondrían fácilmente, pues los helenos carecían de ella. Sin embargo, por el resultado del enfrentamiento la decisión no fue muy acertada. El territorio se encontraba protegido por defensas naturales: por el sur y el nordeste, el golfo de Maratón y las fuertes corrientes de Eubea; por el sudoeste y noroeste, el Pentélico y demás zonas montañosas separaban Maratón de Atenas. Además de ello, la llanura de Maratón estaba dividida por el torrente Caradro y a ambos lados había zonas pantanosas, siendo más complicada la zona donde los persas levantaron el campamento, en el este, que donde lo hicieron los atenienses, en el oeste. Pero, ¿por qué a 42 km. de Atenas, siendo más fácil hacerlo, por ejemplo, en Falero, el puerto de Ateneas en ese tiempo? La idea era atraer al ejército de hoplitas griegos a Maratón y dejar la ciudad con una deficiente defensa, a merced de los filopersas.

Los griegos, por su parte, nada más tener noticias de la llegada persa se dirigieron a Maratón no sin antes realizar algún que otro trámite. Desde Atenas enviaron a Esparta, en calidad de heraldo, a un hemerodromo, Filípides o Fidípides, para solicitar su ayuda. El oficio de hemerodromo consistía en llevar misivas, noticias o información diversa a cualquier lugar con la única ayuda de sus piernas, es decir, era una persona que ejercía de correo. De modo que antes de marchar a Maratón se dirigió a Esparta recorriendo a través de abruptos terrenos 1.140 estadios, unos 202,5 km., llegando a su destino a la mañana siguiente. A continuación comunicó el mensaje:

“ὦ Λακεδαιμόνιοι, Ἀθηναῖοι ὑμέων δέονται σφίσι βοηθῆσαι καὶ μὴ περιιδεῖν πόλιν ἀρχαιοτάτην ἐν τοῖσι Ἕλλησι δουλοσύνῃ περιπεσοῦσαν πρὸς ἀνδρῶν βαρβάρων: καὶ γὰρ νῦν Ἐρέτριά τε ἠνδραπόδισται καὶ πόλι λογίμῳ ἡ Ἑλλὰς γέγονε ἀσθενεστέρη.”

“Lacedemonios, los atenienses os ruegan que les prestéis ayuda y que no permitáis que una de las ciudades más antiguas de Grecia caiga bajo el yugo de unos bárbaros. Pues, en la actualidad, Eretria se halla esclavizada y, en consecuencia, Grecia se encuentra sensiblemente debilitada por la pérdida de una destaca ciudad”. Trad. Carlos Schrader. Ed. Gredos.

Atenas y Esparta eran las dos potencias más fuertes de la Hélade pero las relaciones entre ambas eran muy tensas. Ahora bien, estaría pactado que ante el ataque de un enemigo común y de esa envergadura unirían sus fuerzas.

Los lacedemonios casualmente se encontraban por entonces cumpliendo con sus deberes religiosos y no podían combatir hasta el día en que hubiera plenilunio, el 12 de agosto o de septiembre, según los historiadores. Hay que tener presente que el culto a la divinidad era un deber inexcusable para los griegos, pues la religión formaba parte de su vida como cualquier otra actividad cotidiana. El no cumplir suponía un castigo o desprotección de la divinidad y los espartanos no iban a correr ese riesgo, y menos aún tratándose de un enfrentamiento bélico. Otros han querido ver que no se les prestó ayuda con la intención de que los atenienses fueran derrotados y tener los espartanos vía libre para imponer su hegemonía en Grecia.
De modo que los atenienses deberían esperar casi una semana para recibir la ayuda espartana. Demasiado tiempo. Filípides regresó a Atenas con la respuesta y se incorporó a la tropa ateniense. Diez estrategos comandaban la tropa ateniense, siendo el elegido para capitanearla Milcíades, quien había servido en su juventud en el ejército persa bajo el mando de Hipias en el Quersoneso.

El ejército griego se estableció en el Heracleo, una zona religiosa que estaba en la ruta hacia Atenas a través del Pentélico. En ese lugar, próximos al combate, la opinión de los generales se encontraba dividida equitativamente: unos preferían no prestar batalla, otros sí estaban dispuestos a ello. La decisión de enfrentamiento la tomó una undécima persona que, si bien no era general, su opinión contaba en caso de empate: el polemarco Calímaco, un magistrado con deberes meramente religiosos en ese tiempo. Milcíades, como buen general y arengador, consiguió convencer a Calímaco para tomar la decisión más acertada. Mientras se votaba, acudieron en su ayuda los plateos con unos mil soldados, pues se encontraban en deuda con los atenienses.

Mientras tanto, Datis y Artáfrenes decidieron enviar la caballería hacia Falero con la intención de atacar Atenas donde contaban con seguidores persas. Parece ser que las dificultades del terreno impedían la fácil maniobrabilidad de la caballería y, además, como los atenienses era inferiores en número y no disponían de ella, tampoco sería necesaria. Milcíades, al ver que la caballería era reembarcada y que el ejército se dividía, toma la decisión de iniciar el ataque inmediatamente, sospechando una posible incursión de la caballería en Atenas.

La formación del ejército ateniense fue la siguiente: el puesto de honor, el ala derecha, para el polemarco Calímaco; el centro era ocupado por las diez tribus de hoplitas, dispuestas como acostumbraban; en el ala izquierda, los plateos cerraban la línea de batalla. Esta disposición suponía una innovación en ese momento y tenía una explicación, no fue azarosa. Se daba la circunstancia de que el ejército bárbaro contaba con unos treinta mil hombres, frente a los diez u once mil del ejército ateniense. La idea fue extender la línea de combate lo máximo posible para equiparse a la línea enemiga y evitar así la táctica de envolvimiento enemiga. Esto suponía que el número de filas en los flancos fuera de ocho y en el centro de cuatro, por donde sería más vulnerable. Con ello contaba Milcíades.

Con los augurios favorables, el ejército de hoplitas avanza en carrera contra los invasores, que disponían de arqueros muy diestros y soldados muy bien armados. Los persas quedaron atónitos al presenciar cómo los griegos avanzaban fuera de sí contra ellos. Los hoplitas, pesadamente armados, aligeraron la marcha en los últimos doscientos metros antes del impacto frontal y la lucha cuerpo a cuerpo, a través de un espeso turbión de flechas enemigas que caían desde el cielo. Durante el combate los persas avanzaban victoriosos por el centro del ejército ateniense, que ofrecía suficiente resistencia como para que sus alas hicieran mella en las contrarias. De modo que los atenienses ganaban poco a poco terreno por los flancos, por donde los persas comenzaron a romper la formación y a huir hacia el mar. Es entonces cuando Milcíades les da orden de no perseguir a los que huían sino volverse contra los persas del centro por su retaguardia y aplicar, ahora sí, la táctica de pinza o envolvimiento. Los persas rompieron filas y emprendieron la huída hacia las naves. Al final de la refriega fenecieron seis mil cuatrocientos persas y ciento noventa y dos atenienses, entre los que se encontraban el polemarco Calímaco y, según algunos autores, Datis.


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