SÉNECA DIGITAL

Revista digital del IES Séneca


mayo de 2010

número 3
ISSN: 1988-9607
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FILÍPIDES Y (EL) MARATÓN: 2500 AÑOS

José Manuel Hidalgo Berni
Profesor de Griego

No obstante, Milcíades sabía que la flota persa no se había dividido gratuitamente. Al percatarse de ello, el general decidió atacar rápidamente para, una vez conseguida la victoria, poner rumbo a Falero e impedir el desembarco de la caballería en Atenas, pues los persas contaban con seguidores que le facilitarían el camino. Artáfrenes y los persas supervivientes pusieron rumbo a Atenas siendo la distancia por mar tres veces superior que por tierra. De manera que los atenienses, una vez acabado el combate, se dirigieron a marchas forzadas hacia su patria por la ruta del Pentélico que unía Atenas y Maratón llegando al anochecer. Cuando la flota persa arribó, los atenienses ya estaban preparados para una nueva contienda. A Artáfrenes y a los persas sólo le quedaba la retirada a Asia. Con esta guerra se puso punto final a la Primera Guerra Médica.

El ejército persa, a pesar de triplicar en número a los atenienses, se encontró con un auténtico bloque de hormigón armado impenetrable. Por encima de la fuerza bruta, ganó la táctica y la estratagema que los atenienses demostraron y en la que el combate cuerpo a cuerpo y el desconcierto enemigo fue la mayor baza que tuvieron para la victoria, pues la tropa persa estaba acostumbrada al combate a caballo y a las armas arrojadizas. Como explica Indro Montanelli, los persas "eran soldados valientes individualmente, pero no tenían ninguna idea de la maniobra colectiva" y, además, con esta gesta y victoria ateniense “fue posible el nacimiento de Europa" y de no ser así "el Occidente se habría quedado como tributario del Oriente quién sabe durante cuántos siglos y con qué consecuencias". Por tanto, este enfrentamiento supuso un antes y un después en la Historia.

La fama de la derrota persa en Maratón fue cada vez más extendida e, incluso, mitificada. No es de extrañar que historia y leyenda se den la mano estrechamente. Leyenda famosa es la que se extendió posteriormente sobre aquel hemerodromo, de pies ligeros como el ínclito Aquiles, que partió a Esparta para conseguir ayuda, Filípides o Fidípides (como el comediógrafo griego lo llama a manera de chiste y que quiere decir “ahorrador de caballos”). Según cuentan, los persas habían jurado que, una vez vencidos los atenienses en Maratón, se dirigirían a Atenas para saquear la ciudad, violar a las mujeres y ejecutar a sus habitantes, incluidos niños. Los atenienses advirtieron que, si a la mañana siguiente no regresaban victoriosos, serían las propias mujeres las que acabarían con las vidas de sus hijos y las suyas. Es por ello que Milcíades envió a un soldado para que recorriera los más rápidamente posible los 42 km. que separaban Atenas de la llanura de Maratón y anunciara la noticia de la victoria. Éste llegó exhausto y tras pronunciar νενικήκαμεν (“hemos vencido”) murió de fatiga. Al parecer el soldado no fue Filípides pero, quizá por la gesta de acudir a Esparta corriendo, quizá porque gozaba de gran popularidad en su época, o por cualquier otro motivo que escapa a nuestro conocimiento, la tradición lo ha hecho protagonista de esta última gesta que no hace sino rodear de un halo legendario la victoria ateniense.

De esta batalla histórica y de la hazaña, verdadera o no, de Filípides para salvar Atenas se cumplen en septiembre 2.500 años. Para que no quedase en olvido, en los Juegos Olímpicos de Atenas de 1896 se organizó una prueba atlética llamada maratón que consistía en recorrer los 42 kms. que separan Atenas de la llanura de Maratón. Desde el año 1908 la distancia se modificó y se añadieron 195 metros a la prueba cuando se celebraron los Juegos Olímpicos en Londres. La reina Alejandra, para que la prueba terminase frente al palco de autoridades, añadió esos metros al recorrido desde Windsor hasta el estadio White city.


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