SÉNECA DIGITAL

Revista digital del IES Séneca


mayo de 2010

número 3
ISSN: 1988-9607
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Cuatro poemas

Santos Domínguez
Poeta

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Paul Celan

PAUL CELAN Y LOS TRENES

Negra leche del alba, te bebemos de noche
(P. Celan)

Cuando oscurece escribe.
Apoya en la mejilla una mano delgada,
entorna la mirada y recuerda los trenes,
las frías estaciones contra el amanecer,
su cuchillo de luna.
 
Y oye pasar los trenes por esas estaciones
de viento y pesadilla, llenas de charcos negros,
de carbonilla y nieve y de niños sentados
sobre un suelo con barro y andrajos de colores.
 
Escribe desde un puerto. Sólo cuando anochece,
cerca del Ponto Euxino, donde Ovidio purgaba
con la hiel del destierro sus días disipados.
 
Centroeuropa era una amapola raquítica,
una niña muy pálida con los ojos abiertos,
con los ojos marinos y opacos de los muertos.
 
Espera a que oscurezca.
Oye silbar los trenes
y recuerda otros ojos mirando estupefactos
entre dos tablas tristes por las que entra la noche
con un soplo de escarcha en aquel barracón.
El fantasma del frío va recorriendo Europa.
 
Un humo que confunde la noche y la venganza
ha quedado flotando en el ciego holocausto
de los violines rotos sobre un campo de ortigas.
 
Cuando oscurece escribe
y adivina un futuro no mejor que el pasado.
Es un superviviente y arrastra la profunda
desolación del ghetto, la tristeza de un cielo
plomizamente agrio y alguna hebra de sol
por las turbias regiones heladas de la muerte.
 
Una patria de piedra, una patria nocturna,
una patria de nada y una rosa de nadie
ahora que ya la lengua, esa última patria,
es la más humillante: la lengua del verdugo.
 
Crece el escalofrío.
Ya ha decidido irse. Ha elegido el momento.
Será cuando oscurezca, como ahora, cuando escribe
sobre la luz más dura del invierno en Tubinga.
Como ahora, cuando escribe, después de oscurecido,
sólo para orientarse entre tanta tiniebla.


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