SÉNECA DIGITAL

Revista digital del IES Séneca


junio de 2015

número 5
ISSN: 1988-9607
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"SE MIRÓ AL ESPEJO"

Darío Amaro Llorrens

Alumno de 1º de bachillerato

Y estaban allí. Después de tanto tiempo corriendo, luchando por su vida, ellos estaban allí. Le había alcanzado. No se lo podía creer, tanto esfuerzo en vano.

Se despertó en esa cama asquerosa en aquella habitación sucia y cutre en un bajo. Se incorporó y se miró al espejo.

— ¿Cómo has acabado así?- se preguntaba uno y otro día sin obtener respuesta- Se suponía que ibas a salir de esta vida, era lo que mamá hubiese querido.

Salió de aquel lugar, sabiendo que era el día señalado para hacer la entrega. Fue a buscar Iván, el del taller.

— Sabes que no puedes cagarla- le dijo Iván.

— Lo sé- respondió con resignación.

— Ándate con ojo, hijo. No puedes fiarte de esa gente. Pueden jugártela en cualquier momento. No se te ocurra ninguna insensatez. – añadió.

— No es la primera vez que trato ellos. Sé cómo son.

— Bueno, yo sólo te intento ayudar. No creas que lo sabes todo. ¿Quieres que te acompañe durante el intercambio?

— No, ya es hora de que haga las cosas yo solito- dijo convencido y se fue.
Las siguientes horas las pasó en su maloliente piso, como de costumbre, aún así, le seguía temblando el pulso. Estaba nervioso. Tenía que lograr calmarse antes del encuentro.

Finalmente, se acercaba la hora. El tiempo había pasado lento pero implacable. Ya tenía preparada la droga en la mochila. Era el momento de irse.

Llegó puntual al lugar acordado en el muelle. Aparecieron en un coche negro con los cristales tintados. Salieron del vehículo cuatro matones y el narco vestido de blanco.

— ¿Tienes el material?- preguntó el hombre de blanco.

— Sí.-respondió enseñando unos paquetes marrones- ¿Y tú el dinero?

— Míralo- dijo, mientras abrían un maletín lleno de billetes morados.

— Vale, tíralo hacia mí.-añadió, mientras sus manos volvían a temblar. Tenía miedo.
— Ja, ja –rieron los cuatro a la vez- ¿Para qué me la juegues? No, gracias.
— Los dos a la vez. Yo a la derecha y tú a la izquierda.

Maletín y mochila fueron lanzados en direcciones opuestas. Cada uno se acercó a por lo suyo. El hombre de blanco se giró al comprobar el contenido de la mochila.

— ¿Qué es esto? ¡Cogedle! ¡Rápido! ¡Que no escape! – gritó enajenado con la cara roja.

Echó a correr saliendo del callejón para salvar la vida. La persecución por las entramadas calles era frenética. Él sabía que a la más mínima oportunidad apretarían el gatillo y le abatirían. Entonces, entró en un callejón más largo de lo que él hubiera querido. Acorralado si poder salir, se vio preso y aquellos hombres no tuvieron piedad, dispararon contra él, acertaron de lleno, sintió un desgarro en el pecho y cayó al suelo.

No lo podía creer. ¡Estaban allí, le habían alcanzado! Después sintió el frío cañón de la pistola contra su frente.

— ¡No!

Miró a su alrededor, estaba empapado de sudor en esa cama asquerosa, en aquella habitación sucia y cutre en un bajo. Se incorporó y se miró al espejo.


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