SÉNECA DIGITAL

Revista digital del IES Séneca


junio de 2015

número 5
ISSN: 1988-9607
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DIÁLOGOS AMISTOSOS DE DON QUIJOTE Y SANCHO

Nuria Guillén Rivero Candela Arribas Parejas, María García Torres

Alumnas de 3º de ESO A

Todo el mundo se había ido ya de la habitación. La sobrina, el ama de llaves, todo el mundo se encontraba en el salón, dejando que don Quijote muriese solo y en paz, como él había pedido. Sin embargo, una sombra cruzó el patio y se detuvo frente a la ventana. Trasteó con ella hasta abrirla y se coló dentro. Mientras tanto, don Quijote, que había oído el ruido, se incorporó en su cama y encendió la luz, con la parsimonia del que está a punto de morir.

- ¿Quién anda ahí?

- Su escudero, señor mío.

- Ya te dije antes, Sancho, que ya no soy don Quijote. Soy Alonso Quijano.

- Usted siempre será don Quijote, señor.

Sancho Panza salió de las sombras de la habitación y se acercó a la cama.

- ¿Por qué no quiere venir conmigo, mi señor? Podríamos vivir cien aventuras, que digo, ¡mil aventuras! Salgamos ahora mismo y para el amanecer podríamos estar en otra ciudad.

- Soy viejo y cansado, Sancho. Mi locura ya se ha ido, y mis ganas de aventuras con ella. Las horas que me quedan son pocas, y lo más probable es que yo me haya ido antes de que el sol se asome de nuevo.

- No diga eso, mi señor. Una aventura alegra el corazón y quita las penas. Ayúdeme a sacarle de aquí y le prometo la mejor aventura de todas.

- Sancho, ven aquí.

- Estoy aquí, mi señor.

- Nuestras aventuras fueron maravillosas, pero ese tiempo ya pasó. Es tarde, y la otra vida me espera.

- No se vaya, mi señor. No lo haga, por favor.

- Quédate en silencio, mi escudero, y recuerda que aunque me vaya, siempre te estaré agradecido por todo lo que me has enseñado.

Cuando Sancho Panza abrió los ojos a la mañana siguiente, el corazón de su señor ya no latía.

María García Torres


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