SÉNECA DIGITAL

Revista digital del IES Séneca


mayo de 2019

Número 7
ISSN: 1988-9607
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Segundo finalista de la Modalidad A. Relato

Manet, el flautista.
EL HOGAR DE LOS SUEÑOS

Ana Isabel Madrid Ocaña (2º ESO A)

Estaban en clase de música. María estaba absorta en la explicación. Le encantaba la música pero no tenía tiempo para ella, ya que ella estaba continuamente estudiando y no quería bajar sus notas. Lo que más le gustaba de la clase era cuando ponían música y podía ver aquel manejo de los instrumentos, el cual a ella se le antojaba majestuoso. Siempre había querido aprender a tocar un instrumento, pero sus padres decían que tenía cosas mejores y más productivas que hacer como estudiar o leer. De pronto, el timbre sonó y volvió a la realidad. Rápidamente recogió sus cosas y se fue corriendo con su amiga a casa.
Llegó a su casa, hizo las tareas y estudió, como todos los días. Después se duchó y cenó. Tras esto, por fin, se acostó y cerró los ojos ansiosa de sumergirse en el profundo sueño que le permitía despertar en un mundo, donde podía disfrutar de la fantasía y la diversión de la que no podía disfrutar durante el día.
Un sonido celestial inundó la noche y arrancó a María del sueño. María comenzó a abrir los ojos lentamente y empezó a vislumbrar manchas de colores brillantes sobre ella. Conforme fue abriendo los ojos pudo distinguir lo que era, ¡un pentagrama! Las notas, de diversos colores brillantes, estaban en una especie de pentagrama sobre una mancha blanca que flotaba en el aire y salía por la ventana.La melodía era la más bonita que María había escuchado nunca. También supuso que la partitura era la de lo que estaba escuchando. Decidió asomarse a la ventana para descubrir el origen de la música. Al asomarse vio que la música estaba surgiendo de una silueta humana. En ese momento, sin querer, se apoyó en una pieza suelta de su ventana y provocó un escandaloso sonido; la figura giró la cabeza, la miró y salió corriendo. María la llamó, pero fue inútil ya que no se detuvo. Se fue a la cama y después de una hora en vela se logró dormir, con la cabeza llena de preguntas sobre lo que acababa de ver.
La noche siguiente, volvió a despertarle la misma música y volvió a ver el pentagrama. Esta vez, decidió quedarse a escucharla. Se asomó a la ventana y se quedó mirando aquella figura misteriosa de la que salía la música. Hubo un momento en el que dejó de tocar y pareció mirar a dónde ella estaba. María temió que se fuera, pero, para su alivio, siguió tocando. Perdió la noción del tiempo, embelesada en lo que estaba escuchando. Bruscamente, la figura dejó de tocar y se fue corriendo sin girar la cabeza para mirarla. Se fue a la cama y se quedó dormida enseguida.
Llevaba casi una hora en su cuarto esperando. Esta noche intentaría hablar con la persona misteriosa que tocaba aquella majestuosa melodía. Le gustó mucho lo que había oído la noche anterior y había decidido pedir que le enseñase. De repente comenzó a escuchar aquella melodía tan familiar y que no se cansaba de escuchar. Fue directa a la ventana, se asomó y, sin pararse a pensar le chilló un saludo. La figura pegó un brinco y dejó que se le escapara una exclamación de sobresalto. Se quedó mirando hacia María, quien pudo ver que era un niño que tenía aproximadamente su misma edad. Tenía el pelo y la ropa negros. El niño no perdió un segundó, empezó a correr y a María no le dio tiempo a decir ni una palabra. Se quedó quieta y callada apoyada en la ventana, mientras contemplaba la figura del niño alejándose rápidamente por las calles oscuras. Se metió en la cama y pensó en cómo podía saber lo que pasaba con aquel misterioso niño, hasta que se le ocurrió un plan…
Le dio las buenas noches a sus padres y se fue a su cuarto para ejecutar el plan que se le había ocurrido la noche anterior y al que le había estado dando vueltas todo el día. Cogió una sudadera y una bolsa que había preparado y se fue por la puerta del despacho a la terraza. Salió de la terraza por la cocina, que estaba enfrente de la puerta de salida. Se metió en el baño y se quedó esperando a que su hermana y sus padres se acostaran. Luego, media hora después de que se acostaran, abrió la puerta y la cerró con mucha suavidad. Al salir a la calle se escondió en una sombra que había en la puerta de una tienda y esperó. Cuando ya pensaba que no vendría vio al chico, que sacó una especie de flauta y empezó a tocar su melodía. Entonces, empezaron a emanar del instrumento pentagramas, cada uno en una dirección. María se quedó muda de asombro, ya que solo había visto el que llegaba a su cuarto. Un buen rato después, el chico recogió su flauta y se internó en la penumbra de los callejones. María no lo dudó, lo siguió por aquellas calles que conocía tan bien. Todo iba bien hasta que, sin querer, ella pisó un charco. El niño de pronto se paró y se giró, al principio no vio nada hasta que sus ojos se posaron en el lugar en que estaba ella, le cambió la cara y empezó a correr. María lo siguió también corriendo por las oscuras calles hasta cuando, de repente, al girar una calle, lo único que vio fue uno de sus zapatos entrando en un pequeño recoveco en la pared, no sabía cómo. Se acercó a la pared, aparentemente normal, y la inspeccionó. De pronto, notó como una especie de pequeño saliente del que tiró. Inesperadamente, una puerta se abrió ante sus ojos en la pared. Dudó un instante, pero finalmente entró y tras ella la puerta se cerró. Se quedó quieta en medio de una profunda oscuridad muy asustada y mirando donde antes había estado la entrada. Una lucecita rosa brillante detrás de sí, captó su atención. Se dio la vuelta y vio una burbujita flotante, se acercó y surgió una hilera detrás. Más animada las siguió y con cada paso que daba escuchaba una melodía más cercana. Un rato después la música ya se oía perfectamente y llegó a una especie de aro de luz violeta que salía del techo. Se metió dentro y todo empezó a dar vueltas, la música iba aumentando el volumen cada vez más, imágenes de su vida aparecieron alrededor suyo. Cuando la música estaba tan alta y el aro y las imágenes giraban tan deprisa que no aguantaba más, todo paró y poco a poco se volvió oscuro.
Hubo unos instantes en los que solo había oscuridad y lo único que se oía era su respiración. Poco a poco empezó a haber claridad y a oírse el trinar de los pájaros. Cuando se pudo ver bien, vio que era de día y estaba en una especie de templo. Las piedras eran de color blanco roto y en ellas se podía ver el paso de los años. Ella estaba en lo alto de una escalinata y a los pies de esta había una hermosa fuente de aguas cristalinas. De pronto, reparó en una figura que había de pie en un extremo de la estancia. Era el chico al que había seguido. Se acercó a él y le preguntó:
-¿Quién eres? ¿Cómo haces eso con la música?
El niño, que no había quitado la cara de asombro desde que María llegó, logró decir: -Me llamo Juan. Y eso de la música ya lo aprenderás…o al menos eso creo.
Hizo una pausa y miró la cara de incredulidad de María y prosiguió:
- Sé que te preguntas qué hacía todas las noches. La música que yo toco hace soñar a la gente; sin ella no habría sueños. Donde estamos es una escuela, aquí enseñan a hacerlo. Verás, hay personas como tú que tienen una capacidad especial para hacerla. A esas personas les pasa lo que a ti, se despiertan cuando suena la música. Estas pocas personas son las que pueden aprender y están en la escuela. No me mires con esa cara, ¿te apuntas?
María sin salir de su asombro solo pudo responder: Por supuesto.


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