SÉNECA DIGITAL

Revista digital del IES Séneca


abril de 2008

número 1
ISSN: 1988-9607
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EL PETRÓLEO SE ACABA

¿Qué será de nosotros y del “desarrollo sostenible”?

Jesús Melero
Profesor/Departamento de Biología y Geología

El “oro negro” de los siglos XIX y XX

Llevamos dos siglos utilizando la energía de los combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas natural) para asegurar un fuerte desarrollo social y económico. La energía acelera la producción en la industria, permite mover desde una gigantesca turbina que provee de electricidad a cientos de miles de habitantes, hasta la cafetera con que preparamos el desayuno cada mañana; permite disponer de luz, calor, frío… ; permite el continuo movimiento de los 800 millones de vehículos que existen en este planeta.

Los países que han logrado pronto consumir grandes cantidades de combustibles fósiles, han sido los que han alcanzado un nivel de vida más alto, más PIB, más desarrollo, más riqueza. Son los países ricos que también hemos llamado desarrollados: EEUU, Canadá, Europa, Japón, Australia... Los que se quedaron atrás en esta carrera han sido denominados países en vías de desarrollo, subdesarrollados o pobres. Inglaterra comenzó siendo la primera en explotar sus yacimientos de carbón, descubriendo y aplicando los conocimientos científicos y tecnológicos adecuados. Cabría pensar que los países ricos deberían ser los que tenían grandes recursos energéticos de combustibles fósiles. EEUU, de hecho, fue el primer explotador y consumidor de petróleo. Pero no siempre ha sido así. Hoy muchos países exportadores de petróleo viven en la miseria y los que comenzaron a ser ricos lo siguen siendo sin disponer ya de reservas petrolíferas, aunque importando el “oro negro” de otros lugares.

EE.UU. pasó a ser un país importador de petróleo a principios de los 70, cuando sus pozos empezaron a dar síntomas de agotamiento. Desde entonces ha sido cada vez más dependiente de terceros países hasta el punto de que en la próxima década importará ya dos tercios de su desbocado consumo nacional. Como todos los países dependientes energéticamente, no sólo necesita asegurarse abastecimiento de petróleo barato, sino que lo necesita para que su economía no se hunda. Y esto es, cada vez, más difícil de conseguir.

¿Es verdad que el petróleo se acaba? El “Peak Oil

Actualmente la producción mundial de petróleo ha llegado a su techo. No es factible seguir incrementándola, mientras la demanda crece a ritmo insostenible y esto marca el inicio de una nueva era en la que el petróleo barato, parece haber tocado a su fin. Este alarmante análisis lo comparten tanto las empresas petroleras como los gobiernos de todo el mundo y la comunidad científica, con escasas divergencias. Gobiernos y empresas productoras tratan de ocultar el hecho de que el petróleo se acaba con previsiones más optimistas para evitar así que sus acciones se hundan; la comunidad científica, los geólogos, llevan años alertando de la crisis energética en la que nos encontramos y la falta de previsión a la hora de generar alternativas.

King Hubbert, ingeniero de la Shell, creó un modelo matemático -el "pico" de Hubbert- que permite calcular el momento en que un yacimiento ha llegado a la mitad de sus reservas, a su punto máximo de explotación e iniciado ya la curva descendente hacia su agotamiento. Hubbert analizó los yacimientos de EE.UU en activo y predijo que iniciarían su declive en 1969, comenzando a ser un país importador de petróleo. Se equivocó por un año. Ocurrió en 1970. Utilizando este modelo, en al año 2000 Campbell y Laherrere -geólogos fundadores de la ASPO (Asociation for Peak Oil)- analizaron las reservas petrolíferas mundiales y calcularon que llegarían a su declive hacia 2010. El aumento de la demanda, que se ha duplicado en menos de una década, ha llevado a algunos a considerar que el cénit del petróleo está llegando en 2007. Otros piensan que una fuerte subida de los precios puede frenar el consumo y retrasar el “peak oil” hasta el 2020.

¿Qué significa que el petróleo llegue a su cénit en 2007, 2010 o 2020? Significa que en esta fecha la humanidad habrá consumido la mitad de las reservas totales conocidas hasta hoy, que podemos poner fecha al momento en que los yacimientos en activo se agotarán completamente o llegarán a un nivel tan bajo de crudo que será demasiado costoso extraerlo. Significa también que la producción de petróleo ha alcanzado su punto máximo, que sacarlo del fondo de los pozos resultará cada vez más costoso y, por tanto, su precio podría seguir creciendo de forma indefinida hasta su agotamiento. La ASPO ha calculado, según datos facilitados por los productores, normalmente bastante sobrevalorados, que el petróleo se agotará unos 30 años después si la demanda se mantiene en el nivel actual, hasta 2040 o 2050. Incluso las cifras podrían resultar demasiado optimistas si la demanda sigue creciendo a un ritmo insostenible. En apenas 10 años se ha duplicado a causa, fundamentalmente, del despegue de China, que ya consume un tercio de la producción mundial tras abrir sus puertas al capitalismo. India le sigue los pasos y, si la demanda no se desacelera drásticamente, ese colchón de 30 años con el que se cuenta para desarrollar otras opciones energéticas podría ser más breve de lo previsto.

Por otra parte, nuevas prospecciones petrolíferas en los fondos del océano glacial ártico (ahora que se empieza a deshelar el polo norte), plantean la posibilidad de incrementar las reservas mundiales, lo que podría alargar la agonía de los combustibles fósiles hasta dos o tres decenas de años más. De hecho, Rusia ha comenzado a explotar nuevos yacimientos y algo parecido podrían hacer Noruega, Dinamarca y Canadá.

¿Qué será de nosotros?

Esta pregunta se oye desde hace años y parece que no preocupa demasiado ni siquiera a los dirigentes mundiales. “Encontraremos otras fuentes de energía con las que sustituir al petróleo”, suele ser la respuesta.
Hace dos años (mayo de 2005) tuvo lugar en Portugal la IV conferencia internacional sobre el agotamiento del petróleo y del gas, en la que autoridades mundiales en la materia se han propuesto:

  1. Evaluar las capacidades mundiales en petróleo y gas.
  2. Modelar el agotamiento, considerando la economía, la tecnología y la política.
  3. Elevar la toma de conciencia de las serias consecuencias (que puede tener) para la Humanidad.

Una crisis económica global, la llegada de una guerra mundial, catástrofes naturales de grandes dimensiones, el aumento considerable del precio del petróleo o su rápida sustitución por otras energías, serían factores que podrían hacer variar mucho las consecuencias del “peak oil”. Se produciría un colapso si bruscamente la mayoría de la población se viera afectada por un corte de suministro de petróleo sin disponer de otras alternativas. Se desmoronarían la producción industrial, la economía, el “bienestar social”... Se podría tratar incluso de la crisis más grave que hubiera sufrido la civilización occidental desde la caída del imperio romano o desde las épocas de las grandes epidemias.

Solo se podrá evitar esa situación si nos anticipamos a lo que sin duda pronto llegará, en dos sentidos: cambiar la mentalidad consumista y hacer una sustitución paulatina y progresiva del petróleo por otras fuentes de energía. ¿Cuáles son los candidatos?

La energía nuclear no parece ser el sustituto aunque disponemos de materia prima (uranio) y podría proporcionar una cantidad de megawatios equivalentes al consumo actual. Algunos científicos prestigiosos y exdirigentes de Geenpeace la han propuesto como única candidata viable para frenar las emisiones de CO2 y el cambio climático. Aunque hay que tener en consideración los riesgos (véase Chernobil), figuras importantes del mundo de la ciencia, como James Lovelock, afirman que solo supondrían un “mal menor” pudiéndose reducir los riesgos utilizando nuevas tecnologías y mayores sistemas de seguridad.
La energía de fusión nuclear, que consiste en reproducir el proceso que se da en las estrellas, sería “la gallina de los huevos de oro”, ya que la fusión de dos simples núcleos de hidrógeno desprendería una energía incluso superior a la obtenida por la fisión (separación) del átomo de uranio (actual energía nuclear), y sin dejar residuos algunos (sin contaminación, sin radiación). EEUU, Japón y Francia están llevando a cabo ensayos que podrían llevar a hacer viable este sistema, pero ¿para cuándo? No sabemos. Algunos físicos piensan que podemos tardar un siglo aún en conseguirlo.

La energía solar y la energía eólica no son rentables en términos generales. Sí lo son para cubrir demandas puntuales o para reforzar el sistema energético. Exigen fuertes inversiones. Se obtiene por ahora un bajo rendimiento energético (entre el 15 y el 25 %)...

Soluciones sostenibles, ya!

En dos siglos transcurridos y medio por transcurrir, la humanidad ha consumido toda la energía almacenada en los restos orgánicos que la Biosfera ha acumulado durante 300 millones de años. La combustión de ese carbono y esos hidrocarburos ha producido energía para los 2.000 millones de humanos de 1900 o los 6.000 del año 2000. Pero cuando decíamos que los combustibles fósiles eran una fuente de energía no renovable, era por algo. Y ese momento ya está aquí. Por otra parte, la combustión, como reacción química que es, desprende subproductos -en este caso en forma de gases- entre los que principalmente se encuentra el CO2, dióxido de carbono. Este gas y otros como el metano, tiene la virtud de absorber la radiación infrarroja que desprende la superficie de la Tierra, elevando su temperatura y la de toda la atmósfera en consecuencia. Es el llamado efecto invernadero.

Casi un 70 % del la energía que actualmente se consume, se emplea en movilidad de vehículos (transporte privado y público, de pasajeros y de mercancías), que casi exclusivamente consume gasolinas y gasóleos, obtenidos del petróleo. Esa cifra se podría reducir enormemente si todo el transporte de mercancías se hiciera por tren y no por carretera y si se potenciara el transporte público en las ciudades. A su vez, éstos, tendrían que sustituir el petróleo por el hidrógeno o los biocombustibles.

La combustión del hidrógeno produce agua y calor. El problema es que obtenerlo (lo más fácil sería del metano o del gas natural), exige gastar energía previamente y desprendería también CO2, aunque menos que el petróleo.

Los biocombustibles (bioetanol y biodiésel) se obtienen de plantas cultivadas de distinto tipo. El proceso de elaboración no es caro y la contaminación por su combustión se reduce sensiblementer. Solo requiere unas adaptaciones simples de los motores. Brasil es ya una potencia mundial en obtención de bioetanol por fermentación de la caña de azúcar. En España Navarra ha sido la primera productora de biodiésel, siendo ya muchos los coches y autobuses que lo emplean. Andalucía dispone ya de un proyecto inminente de una planta de biodiésel. Ya existen casi un centenar de estaciones que suministran este combustible (mezclado con gasolina o diesel) en España. Sin embargo, generalizar los biocombustibles implicaría dedicar enormes extensiones de superficie al cultivo de plantas “energéticas”, lo que puede suponer (en parte ya está ocurriendo) dos consecuencias muy negativas: la reducción de los bosques y terrenos de vegetación “natural” (alteración de ecosistemas, pérdida de biodiversidad…) y un aumento en el precio de los productos agrícolas.

El mayor problema para el futuro no lo plantea tanto el tipo de combustible como la mentalidad de los usuarios, que no tendrá más remedio que cambiar cuando el litro de gasolina ronde los 5 euros. ¿Por qué no se produce este cambio? Quizá por que eso supondría el “final de sus días” para el comercio internacional del petróleo y para la industria del automovilismo que no cesa de presentar en sus “salones” nuevos modelos de deportivos, monovolúmenes y todoterrenos. En ello les va “su” vida.

Y en ello, en lo contrario, nos va la vida a todos y al propio planeta Tierra. La crisis energética está llegando. Los países que aún disponen de reservas tendrán más tiempo para adaptarse a los nuevos tiempos. Europa, dependiente por completo del exterior, puede sufrir un brusco colapso sin disponer de tiempo para adaptarse. Todo parece indicar que el petróleo será sustituido por muchas fuentes de energía simultáneas. Ya va siendo hora de que nos empecemos a familiarizar con ellas.

Llevamos desde 1972 hablando de desarrollo sostenible, es decir, de procurar que el aumento de bienestar de las personas que conlleva el progreso, se haga respetando las normas, los espacios y los tiempos de la Naturaleza. Hemos transgredido las leyes contaminando los mares, los suelos y la atmósfera. Si a la Naturaleza la destruimos por agotamiento de recursos, por contaminación... llegará un momento (en él estamos) en que el desarrollo social, económico, etc. no se sostendrá. Nosotros, los humanos, hemos cambiado mucho, pero hay algo que no ha cambiado: seguimos siendo un producto de la evolución de la Biosfera de este planeta; somos parte de ella. Es el hombre quien pertenece a la Tierra y se ha de someter a sus leyes. No es la Naturaleza quien deba someterse a las leyes del hombre.


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