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LOS OBJETOS POÉTICOS DE ANTONIO GÓMEZ
Miércoles, 18 de mayo de 2011
/ Felipe Muriel

La trayectoria de Antonio Gómez pone en cuestión el descrédito de la vanguardia. La fidelidad a unos postulados estéticos y la coherencia de un trabajo, desarrollado durante cerca de cuarenta años, lo convierte en referente indiscutible de la neovanguardia en España. Su obra escapa a la convencional clasificación en géneros, ya que se sitúa más allá: y es poesía, y es escultura, y es pintura, y es acción…

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Antología poética (1981)

Las doce agotadas barras de bolígrafo aluden por acción de la metonimia al oficio de escribir durante los doce meses de un año. La diseminación de manchas negras sobre fondo blanco representa gráficamente la escritura, a la vez que constituye una reflexión sobre los límites del lenguaje. La imposibilidad de traducir en palabras nuestra relación con el mundo y la creciente devaluación de la lengua determina su abandono y el cultivo de una escritura que pretende, a la manera del arte povera, arrancar significaciones de elementos tan aparentemente insignificantes como las gastadas barras de bolígrafo.

Valga este ejemplo para recordarnos que existen otras formas de hacer poesía. Desde las vanguardias de los años veinte, lo poético no tiene por qué circunscribirse a los textos verbales.

La incorporación de los objetos al arte arranca de los cubistas, pero será el francés Duchamp el que dé un paso más, al considerar que la simple elección de un objeto por parte del autor conlleva la declaración de artístico. Como los dadaístas y surrealistas renuncian en sus ready-mades y objets trouvés a la manipulación estética, los objetos cobran protagonismo y se vuelven detonantes de la imaginación y la capacidad reflexiva de los espectadores. En nuestro país, el maestro por excelencia de la transmutación poética de los objetos es el catalán Joan Brossa.

Su influencia ha dado lugar a una larga serie de continuadores, entre los que destacan Antonio Gómez y Chema Madoz. Hoy nos ocuparemos del primero.

Repasando su ya dilatada producción, advertimos bote pronto dos grupos de textos: aquel en el que revisa con intención crítica temas como el amor, la religión, la monarquía, el consumismo…; y aquel otro en el que reflexiona sobre cómo concibe la creación y el mundillo artístico.

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Sangre de colores (1998)

"Sangre de colores" (1998) alinea siete lápices con espinas. Si el lápiz se asocia metonímicamente con la escritura, la identificación metafórica de aquélla con las espinas sugiere que el proceso creador no es una actividad placentera, sino, por el contrario, dolorosa. La idea, ya apuntada por el título, de que la creación constituye un testimonio personal se completa con la orientación de los lápices. Su verticalidad insinúa el derramamiento de sangre de los colores y reafirma, en suma, la autenticidad del trabajo del autor.

Si en "Sangre de colores" una rama de rosal se transforma en un utensilio para escribir, en "Corazón de niño" (2001) el cuerpo de la peonza adopta la forma de un corazón.

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Corazón de niño (2001)

El vínculo del juego con la niñez permite la relación metafórica de segundo grado entre la peonza y el corazón infantil. Al igual que el trompo da vueltas sin cesar, el corazón y, por extensión, el niño gira y gira sobre sí creando un mundo de sueños y reinventando las cosas con mirada virgen. Ése es el empeño de Antonio Gómez.

El modelo ideal de creador se completa con "El disidente" (2001), ocho lápices unidos con forma de estrella. La selección de la estrella convierte al disidente en un elegido, cuya luz sirve de guía .

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El disidente (2001)

La diversidad de direcciones que sugieren los lápices refleja la pluralidad de caminos posibles, frente al encorsetamiento que supone someterse a un solo estilo o tendencia. Es un canto de libertad artística.

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Camada de víboras (2001)

Esa visión romántica de la escritura se llena de realismo en "Camada de víboras" (2001). Parte de la relación metonímica lápiz = escritura, señalada en "Sangre de colores", para luego humanizarla y animalizarla en plumas = escritores = víboras. El recipiente que contiene a la camada de víboras alude metafóricamente a los avisperos literarios, en los que la lengua se vuelve un arma de ataque y de supervivencia.

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Poema de amor (1998)

En "Poema de amor" (1998) se humanizan las hojas que, unidas en un corazón, designan la unidad de sentir de los enamorados; sin embargo, la presencia del imperdible introduce un elemento de contraste con respecto a la fragilidad y caducidad de las hojas. El imperdible simboliza la institución matrimonial y la violencia que impone su nexo a las hojas choca con lo efímero de los sentimientos. Se critica el carácter antinatural de la relación indisoluble.

También "Desata el nudo que te ata" (2000) yuxtapone elementos contrapuestos: una tijera abierta en actitud de cortar, pero imposibilitada de hacerlo por los nudos.

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Desata el nudo que te ata (2000)

Esta escena refleja, a pesar del ruego contenido en el título, la impotencia del ser humano para vencer las trabas que limitan su pleno desarrollo. La vida se concibe como una prisión, un laberinto sin salida. Además la figura de las tijeras admite otra interpretación, ya que evoca por su forma en X la cruz de San Andrés; en consecuencia, se sugiere el sufrimiento del hombre condenado a vivir de por vida en su cruz.

La cruz como signo de martirio volverá a aparecer en "Están colgadas tres cruces" (2001). De un misal abierto cuelgan tres cintas separadoras, de cuyos extremos penden tres cruces. Las tres cruces, en recuerdo del Gólgota, con el fondo de las negras tapas del misal, aluden a la crucifixión de Jesucristo y a la ética y estética del dolor, inherente al catolicismo.

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Están colgadas tres cruces (2001)

Se deplora el sufrimiento causado por una religiosidad impuesta, al tiempo que el yo poético insinúa su distanciamiento del fenómeno religioso a través del guiño del título. "Están colgadas tres cruces" rememora el estribillo del célebre bolero de Carmelo Larrea "Dos cruces": Están clavadas dos cruces/ en el monte del olvido/ por dos amores que han muerto / que son el tuyo y el mío.

Al igual que el bolero nombra dos amores que han muerto, cuya cruz permanece en el monte del olvido, las tres cruces cuelgan del olvido.

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Verdades eternas (1998)

La posición crítica hacia la religión se amplía en "Verdades eternas" (1998), donde se superponen dos discursos: la página del devocionario Verdades eternas y la inscripción sobre una mancha blanca de una leyenda de corte existencialista: caminar por caminar cansa. La aventura humana se tensa entre el dogma y el testimonio desencantado del viajero que camina sin rumbo fijo.

Hasta aquí una muestra de los recursos y técnicas con que elabora sus objetos poéticos Antonio Gómez. Objetos humanizados que nos descubren las aristas invisibles de las cosas.