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I. ORIGEN Y EVOLUCIÓN DEL CONCEPTO DE EPIGRAMA
EL EPIGRAMA /
Jueves, 24 de enero de 2008
/ María Dolores Ansio

Ángel Ibáñez analiza el concepto de epigrama y su evolución a través de la historia literaria. Presenta, además una cuidada selección de epigramas que familiarizan al lector con este género.
En sucesivos artículos presentará algunos destacados epigramáticos y una riquísima antología que contiene manifestaciones de este género desde el siglo I d. de C. hasta el siglo XX.


El término "epigrama" etimológicamente deriva del latín EPIGRAMMA, y éste, a su vez, del griego, con el significado de "sobrescribir". Por consiguiente, todo epigrama fue en la Grecia antigua una inscripción. En el dintel de un mausoleo, en la base de una estatua, en el quicio de un edificio, para evocar a una persona, para conmemorar un hecho, para recordar un sucedido, para perennizar una obra... se redactaba un epigrama, generalmente en dísticos.


En Grecia, y a partir del siglo V a. de C., el epigrama es algo más que una estricta concordancia con su etimología: "Epigrama" es , ya, un poema con agudeza satírica.
También es cualquier frase punzadora, agridulce, aciamarga, que no se sujeta a rima o ritmo.

A Roma llega ya picando e hiriendo. Los romanos se aficionaron en demasía al epigrama. El epigrama latino conserva la estructura -la obra de Marcial aparte- del epigrama griego, pero se ciñe más a la intención y se aproxima a lo que será el epigrama moderno.

Durante la Edad Media no se escribieron ni se esgrimieron epigramas.

A partir del siglo XVI renace el interés por ellos y se revitaliza de nuevo este género.

Fue COLL y VEHÍ quien marcó la diferncia entre la inscripción y el epigrama: la inscripción tiene por finalidad preservar la memoria de algún hecho o declarar el porqué de alguna cosa pasada. El objeto de un epigrama es expresar una ingeniosidad, con rapidez, brevedad y con ánimo de herir. Cuando las inscripciones dueron redactadas con medida abrieron paso al epigrama.

Para COLL y VEHÍ, unas veces el epigrama va directamente al fin; otras, encierra cierta especie de peripecia, para que de este modo la sorpresa sea mayor; ya empezando por la alabanza y concluyendo por un rasgo satírico, ya representando al principio caridad, candor, bondad, dulzura, para convertirse de repente en risa, en malicia o mordacidad.

Quizás el secreto de este dificilísimo género poético resida más que en la agudeza en la inesperada cara de la misma. Que el auditor, que el lector, alertas en lo de ir al encuentro de una malicia o de una gracia, se sorprendan con un desenlace inesperado.

   

Tomás de Iriarte (XVIII) expresó así su concepto de epigrama:

A la abeja semejante
para que cause placer
el epigrama ha de ser
pequeño, dulce y punzante

También nos lo transmitió Fco. Martínez de la Rosa (XIX) en aquellos versos:

Mas al festivo ingenio debe solo
el sutil epigrama su agudeza;
un leve pensamiento,
una voz, un equívoco le bastan,
y cual rápida abeja vuela, hiere,
clava el fino aguijón y alpunto muere.

El Diccionario de la Real Academia Española define el epigrama como una composición poética breve en que con precisión y agudeza se expresa un solo pesamiento principal, por lo común, festivo o satírico.

ALGUNOS EPIGRAMAS

Diaulo, que ha poco tenía
el oficio de doctor,
le tiene hoy de enterrador;
lo que hoy hace, ya lo hacía.

MARCO MARCIAL

Aunque tu elocuencia ves
loada por mucha gente,
no eres, Pompinio, elocuente.
Tu comida sí que lo es.

MARCO MARCIAL

Aulo, si el lector y oyente
aplauden mis poesías,
poco importa que por frías
las condene el maldiciente.
De un mal poeta no siente
mi musa el diente severo,
que si convido,más quiero
que los platos sazonados
den gusto a los convidados
que no al mismo cocinero.

MARCO MARCIAL

   

Cuentan de un sabio que un día
tan pobre y mísero estaba,
que sólo se sustentaba
de unas hierbas que cogía.
¿Habrá otro (entre sí decía)
más pobre y triste que yo?
Y, cuando el rostro volvió,
halló la respuesta viendo
que iba otro sabio cogiendo
las hojas que él arrojó.

CALDERÓN DE LA BARCA

Un picador que solía
de lengua, que no de manos,
ser tahúr de cuentos vanos
y hablar sin ortografía,
muerto de hablar, no cansado,
yace en este espacio breve.
Séale la tierra leve
aunque él fue a todos pesado.

LOPE DE VEGA

Murió la mujer de Antón
y al cementerio llevada
de una zarza a la punzada
resucitó de rondón.
Algunos años después
volvió a fallecer de veras,
y por las sendas primeras
la llevaron al ciprés.
Mas el marido puntual
en precaver otro acaso,
exclamó al ver el mal paso:
¡Cuidado con el zarzal!

ANTONIO GIRONELLA

No hay hombre tan desdichado
que no tenga un envidioso,
ni hay hombre tan venturoso
que no tenga un envidiado.

PEDRO CALDERÓN DE LA BARCA

He reñido a un hostelero.
¿Por qué? ¿dónde? ¿cuándo? ¿cómo?
Porque donde cuando como
como mal, me desespero.

TOMÁS DE IRIARTE

   

¡Callad!, dijo un magistrado
al oírse un gran ruido
en la sala del juzgado.
Por Dios que estoy aturdido,
¡diez causas he sentenciado
sin haberlas entendido!

PABLO DE XÉRICA

La lengua inglesa intentó
aprender don Juan de Lara,
y al que antes se la enseñara
dos mil duros le ofreció.
Agarró un inglés la presa
y dijo a Lara el muy soca:
"Ahí tenéis". Abrió la boca
y enseñó la lengua inglesa.

Siempre soltero Vicente,
soñaba que se casaba:
y aunque lo hizo felizmente,
cuentan que al día siguiente
soñó que se divorciaba.

J. MARTÍNEZ VILLEGAS

¿Preguntas qué libros leo?
y yo te respondo, Blas,
que son dos, y nada más,
los que llenan mi deseo.
Tengo la Biblia divina,
para la salud eternal
y en cuanto a lo temporal
leo el arte de cocina.

RAMÓN DE MESONERO ROMANOS

¡Cuñados en paz y juntos!
No hay duda que están difuntos.

Aquí enterraron de balde
por no hallarle una peseta...
No sigas: era un poeta.

Yace aquí un mal matrimonio:
dos cuñadas, suegra y yerno...
No falta sino el demonio
para estar junto el infierno.

FCO. MARTÍNEZ DE LA ROSA

Redactando a un estudiente
no recuerdo lo que fue,
dije: "Coma". Y al instante
respondió: "No tengo de qué".

CECILIO NAVARRO

   

En una letrina un día
uno cayó y lo contaba
y su angustia refería
cuando lo que dentro había
en los tobillos le daba.
Si de ellos no te pasó
-dijo un quídam con viveza-
¿qué diablos te amedrentó?
Y el otro le contestó:
"¡Si me caí de cabeza!

En Jueves Santo, un chicuelo
perdió al juego no sé cuánto
y...¿ves?, le dijo su abuelo,
¡por jugar en Jueves Santo!
Podrá ser, le contestó
el chicuelo con desdén,
pero el que a mí me ganó,
dígame usted, ¿no jugó
en Jueves Santo también?

Las ligas quiso a Pilar
quitarle don Baltasar,
y ella tal audacia al ver
no se las dejó quitar...
mas se las dejó poner.

MIGUEL AGUSTÍN PRÍNCIPE


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